Como un susurro.

 


Muchos piensan que para ostentar cualquier cargo o función de autoridad se hace necesario evidenciar unas formas rudas, impasibles y..., hasta incluso, no exentas de cierto punto de arrogancia. Si he de seros sincero, a mi todo eso me parece una soberana tontería y, por otra parte, creo que iría mucho más en consonancia con una clase muy particular de jactaciosos intentos a los que algunos individuos recurren con objeto de disimular un acentuado complejo de inferioridad.

No digo que siempre vaya a ser así pero, a menudo, para hacerse respetar basta con dejar traslucir la seguridad que tenemos en nosotros mismos y, de paso, recordar que la firmeza no es algo vaya unido indefectiblemente al exabrupto. Muchas más veces de las que creemos, se consigue mucho más mediante unas palabras bien escogidas, transmitidas en un tono sosegado, que a través de la injuria y el agravio.

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